Todo proceso de enseñanza-aprendizaje debe finalizar con una evaluación.
Cada
día más se nos pide a los docentes que echemos la vista atrás y
pensemos cómo podríamos mejorar, qué podríamos cambiar y en definitiva
que nos autoevaluemos.
Aunque
no son muchos los años que llevo en el mundo de la docencia he visto en
mi día a día muchos puntos fuertes en mi faceta de maestra, pero
también muchos otros que son objetivos a mejorar.
Si
tuviera que resumir esta evaluación siguiendo el patrón marcado por la
tarea del curso, podría decir que me gustaría mejorar en primer lugar mi
programación. Es cierto que desde el centro se nos exige entregar unas
programaciones oficiales a principio de curso, en las que están
recogidos todos los objetivos y contenidos, así como las sesiones y qué
se hará en cada una de ellas. Mi punto a mejorar es utilizarlas en el
día a día, ya que parece que sean documentos muertos cuando nos podrían
facilitar la tarea diaria. Si consiguiera mejorar este punto no me haría
falta programar las clases diariamente ya que en las programaciones nos
indica qué debemos hacer en cada sesión.
En
segundo lugar, y esto queda un poco más fuera de mi alcance, me
gustaría conseguir "llegar" a todos mis alumnos, conectar con ellos y
crear un vínculo de confianza y respeto con cada uno de ellos. Esto
mejoraría la escucha activa en las clases y podría individualizar mi
enseñanza con cada uno de ellos (conocer sus intereses, crear horarios
de trabajo, tener un seguimiento personalizado...). Como decía al
principio esto queda un poco fuera de mi alcance, ya que cada día las
ratios son mayores y las sesiones más cortas.
Y
por último, algo a mejorar sería la innovación en el aula. Me considero
una persona inquieta en el mundo educativo, que le gusta aprender y
hacer cosas nuevas, apartar los libros para trabajar con los problemas
reales del alumnado. Pese a estar motivada con ello, es cierto que
tendemos a "lo fácil", a seguir lo que nos viene dado y a innovar menos
de lo que me gustaría. Cambiando esto conseguiría motivar al alumnado y
hacer de su aprendizaje algo significativo que no olvidaran tan
fácilmente.
Evaluando
un poco el contexto de mi práctica educativa, podría considerar varios
obstáculos que disminuyen la capacidad de la enseñanza.
Por
un lado encontramos la falta de tiempo, cada vez son más las tareas que
un maestro debe realizar al cabo del día (enseñar, recoger circulares,
imprimir fotocopias, entrevistarse con los padres, ayudar en comedor,
formaciones...). Todo ello hace que el tiempo real de programación y
coordinación con el resto de docentes disminuya, disminuyendo con ello
la calidad de la enseñanza.
Por
otro lado y vuelvo a repetir lo anteriormente mencionado, el número de
alumnos. Las ratios aumentan, lo que a su vez disminuye la atención
personalizada con el alumno. Ademas de esto nos encontramos con
realidades familiares que ralentizan e impiden la relación con el
centro. Familias divorciadas con mala relación, cuyos hijos sufren los
malentendidos y faltas de respeto de sus padres; niños con absentismo
escolar o poco seguimiento en casa. Estas situaciones se intentan
compensar en la escuela, algo difícil con 30 alumnos por aula.
Aunque
hasta ahora he mostrado muchas cosas a mejorar o causas que dificultan
la calidad de la enseñanza, hay mucho bueno en mi práctica docente. Si
tuviera que destacar algo positivo, lo definiría con la palabra
VOCACIÓN. Creo firmemente en que el maestro nace y no se hace, puesto
que es un trabajo duro para alguien que no lo viva con dedicación. Desde
mi persona intento influenciar positivamente en los niños, no sólo a
nivel académico, sino a nivel personal, buscando su educación integral.
Creo que destacaría esto como fortaleza en mi persona, intentando día a
día dejar el mundo mejor de lo que lo he encontrado y confío firmemente
en que para conseguirlo hay que EDUCAR.
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